"¿Dónde está mi hijo, qué hicieron con él?"
Artículo de Rosa Romero en: www.diariodecadiz.esUna mujer que tuvo un bebé en 1969 en el Hospital San Carlos de La Isla descubrió hace dos años que no figura enterrado en el camposanto de la localidad • Es la primera denuncia contra ese hospital
Abandona el edificio de la Audiencia Provincial desesperada. Acaba de estar en la Fiscalía, para saber por qué no tiene aún noticias de su caso. En enero, le comunicaron desde los Juzgados de Cádiz que se inhibían en favor de los de San Fernando. Pero ha preguntado allí y no saben nada del caso. Pretendía que en Fiscalía le aclararan el galimatías, el por qué su denuncia, que interpuso allí, y desde donde fue enviada a instancias judiciales, parece ahora no estar en ningún lado. De nuevo, se topa con el vacío, con esa insistente nada que parece perseguirla desde hace dos años.
Porque en 2010, Carmen, una mujer de San Fernando que dio a luz en 1969 en el antiguo Hospital de Defensa de San Carlos un bebé, que, según le comunicaron, falleció al día siguiente, se topó por primera vez con el vacío. Con la nada. Tras muchos años residiendo en Cartagena, a donde había sido destinado su marido, militar ya fallecido, decidió ir al cementerio a visitar los restos de su hijo. "Aquí no hay nadie enterrado con ese nombre", le dijeron. Y de pronto, el mundo se le vino abajo. Ella, que durante años había creído que su hijo había muerto, como le habían dicho, que durante años lloró a ese primogénito que nació un poco antes de tiempo, a los ocho meses, con 2,5 kilogramos de peso, recordó. Y cayó en la cuenta de que nunca, ni ella ni nadie de su familia, llegaron a ver su cuerpo.
"¿Dónde está mi hijo, qué hicieron con él, qué han hecho con él", se cuestiona una y otra vez mientras charla con este periódico, ayer por la mañana, tomando un café a las puertas de la Audiencia. Tiene perfectamente grabada en su memoria la mañana en la que una de las religiosas de las hermanas de la Caridad, que trabajaban en el Hospital isleño de la Marina, le preguntó cómo iba a llamar al niño. "Fernando", le dijo ella. Como su marido. Y la monja, "Sor María se llamaba", que ya ha fallecido, "cogió un poco de agua de mi vaso y le hizo la señal de la cruz al niño, y se lo llevó". Un cuarto de hora después, al ver que no volvía, ella la llamó. Y Sor María le dijo que su hijo había muerto. Así, sin más, sin ninguna otra explicación. Ella lo había tenido el día anterior, y aunque algo bajo de peso, "estaba bien y era muy hermoso". Como al día siguiente había empezado a "llorisquear", Carmen, primeriza, avisó a la monja, porque no sabía qué podía ser. Después, llegó la señal de la cruz con el agua de su vaso y la ausencia. La nada y el vacío otra vez.
El matrimonio se mudó a Cartagena. Con el tiempo, Carmen ha tenido cuatro hijos más. Primero, dos niños, al primero de los cuales le llamó Fernando, y una niña, que murió. Pero ésta "de verdad". Porque el parto se complicó, ella pudo tener a la niña muerta en sus brazos, y la enterró ella misma en Cartagena. Y un cuarto hijo, Juan, que nació con sólo siete meses y medio, y que tiró adelante sin problemas.
Tras certificarle por escrito que su primer Fernando no estaba enterrado en el cementerio, contactó con responsables del actual hospital (el antiguo se derribó) para pedir su historial. Porque ella, como muchas otras madres, se fue del centro sin que le dieran ningún papel. Y le dijeron que no había nada, que esos papeles se habían destruido. Fue a hablar con un jefe del servicio, que le dijo: "Olvídalo. Han pasado muchos años. Yo también enterré a mi hijo". Y ella le contestó: "Y yo enterré a una hija en Cartagena, que sé que está allí. Pero a éste no y no sé dónde está". Y no lo ha dejado porque en su caso, como en otros muchos, se encargaron otros del enterramiento. Aparecieron en la habitación del hospital dos hombres trajeados que les dijeron a ella y a su marido que no se preocuparan, que ellos se encargaban de inhumarlo en La Isla.
Hace dos años, descubrió que no fue así. Y al final, como no lo ha dejado, consiguió que le enviaran un folio, en el que figura que ella tuvo un hijo, en 1969, en San Carlos, en el que pone "parto prematuro, muere a las 20 horas, hemorragia cerebral, cardiopatía congénita". Nada de eso le habían dicho a ella. Sólo un frío y simple "el niño ha muerto" que pronunció Sor María.
En Fiscalía, tras denunciar el caso, abrieron diligencias. Se ordenó a la Policía que investigara y que citaran a la religiosa como testigo. La monja había fallecido, el tiempo para investigar se agotaba, y el fiscal, al apreciar indicios de delito, envió su denuncia a los Juzgados de Cádiz. Y de allí, quién sabe a dónde. Porque su procurador ha preguntado en los Juzgados isleños, donde debieran haber llegado las diligencias, y le han dicho que no hay nada. La nada de nuevo.
Aunque también el principio, el primer caso de denuncia contra este hospital que sale a la luz. Quién sabe si, como ha ocurrido con Zamacola, vendrán muchos más.
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